Antes de leer la historia te recomiendo que visites los siguientes links, donde encontrarás fragmentos del libro del Dr. Fernando Rísquez, "De la piel para adentro", para la escritura creativa.
PAIKU
Paikú, un joven que nació hace muchísimos años en una remota isla del Pacífico a la que daremos por nombre Kut-nai-loa (que en el idioma del lugar significaba: “isla bañada por el sol y las olas”), pasaba sus tardes en compañía de su perro Guau contemplando el mar, la caída del sol y la salida de las estrellas (*1).
Sus días, desde que recordaba, transcurrían de la misma forma: antes de salir el sol, la voz de su madre (*2) ordenándole levantarse, un escaso desayuno consistente en un atol del fruto del árbol del pan, las autoritarias indicaciones de su padre (*3) antes de comenzar la faena y, como siempre, agarrando con una mano su cuchillo hecho de una piedra-laja afilada a fuerza de frotarla con piedras volcánicas, con mango de madera y amarre con trenzas del tejido de las flexibles ramas del Pombú, y con la otra mano, un enorme cesto hecho de ramas húmedas prensadas del Trezko, mismas que se utilizaban para confeccionar los pequeños guayucos que usaban, para entonces dirigirse hacia el conuco que, como una herida abierta en medio de la selva tropical, habían hecho él y su papá.
Ahora el conuco era su obligación, su padre ya no lo acompañaba, era ley de vida de su pueblo que, tan pronto un hijo varón tuviera edad para trabajarlo, el padre legaba esa tarea y se dedicaba a actividades artesanales y a la pesca. Paikú tendría que esperar que su hermano Kupai alcanzara la edad suficiente para aprender lo referente al conuco y lo sustituyera a él en esa tarea (*4).
Todos los días, al llegar al conuco, Paikú seguía la misma rutina (*5); empezaba metiendo en el enorme cesto las verduras, legumbres y especias que ya estuvieran a punto. Dejaba el cesto bajo la sombra de un árbol y, con demostración de enorme paciencia, se dedicaba a quitar todo yerbajo, oruga, gusano o insecto que amenazara la salud del conuco y retiraba aquellas plantas que algún animal hubiere maltratado por la noche. Esta era la parte del trabajo que más tiempo le tomaba, a Paikú siempre le maravillaba descubrir (*6) lo rápido que podían reproducirse todos esos bichos y a diario se preguntaba cómo podría evitarse la multiplicación de ellos (*7). Al terminar la limpieza debía dedicarle tiempo a reponer nuevas semillas o esquejes en los espacios que hubieren quedado vacíos, sólo esto garantizaba mantener la producción del conuco (*8).
Terminado su trabajo, colocaba su cuchillo en el cesto, se encaramaba éste sobre su cabeza y volvía a su casa, siempre acompañado de su perro. Ambos se sentían contentos al final de cada jornada porque sabían que, una vez organizada la carga dentro de la choza que servía de depósito, se darían un buen baño en el mar y comerían una sabrosa comida. A Paikú le gustaba que su padre tuviera tiempo para pescar porque, con buen tiempo y algo de suerte, siempre tendrían pescado ahumado y tajadas de plaktan (alimento parecido al plátano) para cenar.
Una vez terminada la comida, amo y mascota se dirigían a la enorme piedra que sobresalía al final de la bahía y allí, acompañados de ocasos multicolores, se echaban a reposar y a esperar la salida de las estrellas.
Una de esas tardes, ya para caer la noche con su manto de millones de kukurnagas (luciérnagas), Paikú divisó a lo lejos un extraño movimiento en el mar. Viendo hacia el horizonte se dibujaba una silueta que le recordaba los techos puntiagudos de las chozas, debía ser algo grande para que a tanta distancia pudiera notarse. No era nada que el conociera o de lo que hubiera oído hablar al Baktum de su tribu. Como la noche caía y no la estaba acompañando la diosa Moona, la oscuridad tragó a la aparición (*9).
Paikú, seguido de cerca por Guau, corrió por sobre las piedras y por la orilla de la playa hasta llegar a la hoguera alrededor de la cual se sentaban todas las noches los viejos de la tribu. Con gritos ahogados y enorme emoción contó su visión a los allí reunidos, quienes, para su sorpresa, no mostraron extrañeza ni consternación. Lo dejaron contar su historia con paciencia y atención, por algo eran llamados “sabios de la tribu” (Baktum-klan), y fue el Baktum quién tomó la palabra para, en forma de cuento ancestral, hablarle sobre las extrañas criaturas que salen del mar en noches sin Moona y que, aquellos que habían querido volver a verlas, habían desaparecido por siempre, llevados por estos monstruos hasta el borde de las aguas que, sin más, se los habían tragado. La recomendación para él fue que olvidara lo visto y dejara el manejo de esas cosas a los sabios, que ellos, mediante sus ritos y ofrendas a sus Moais (dioses), lograrían ahuyentarlos y mantenerlos fuera de sus costas como venían haciendo por siglos (*10).
Los días pasaron desde la noche de la visión, Paikú, a diferencia de lo que le habían exhortado los sabios (*11), no dejaba de pensar en lo que había visto. En cada oruga que quitaba de las matas, en cada legumbre que metía al cesto y en cada hoyo que hacía para depositar una nueva semilla, veía reflejada la figura que en forma de techo de choza mantenía fija en su mente y, ahora más que nunca, esperaba con ansias la llegada de la tarde para correr a la piedra que le servía de balcón, donde, en actitud expectante, mantenía fija la mirada sobre el horizonte (*12).
Pasaron los años y llegó el momento en que Paikú debía enseñar a Kupai el oficio del conuco. A través de estos años Paikú nunca pudo olvidar aquella visión, antes bien, decían en la tribu, que estaba totalmente ensimismado (*13).
Cuando Paikú pudo dejar a su hermano el conuco para dedicarse a la pesca, como le correspondía por tradición, sintió una enorme felicidad porque ahora tendría más tiempo para lo que mantenía su mente ocupada (*14). Mientras aprendía a pescar con una lanza de madera a los escurridizos peces que tanto le gustaban, podía levantar la vista y observar el mar hacia el horizonte, ya no de noche y con poca luz si no con toda la luminosidad que el Dios Solk le proporcionaba. Así, con luz y atención, un buen día vio reaparecer a la visión que tanto había deseado volver a ver. Corrió a la piedra al final de la bahía, se sentó en ella y con las manos colocadas a los lados de su cara (como hacía para observar los pájaros), para concentrar su vista en el monstruo, vió, observó, contempló y finalmente descubrió lo que era aquella visión (*15).
No se parecía a nada que hubiera en la isla, ni vegetal ni animal, por lo tanto no podía ser un monstruo. Tal vez un espíritu de aquellos a quienes hacían referencia los sabios, total él no sabía nada de espíritus pero, pensó, ¿qué mal puede haber en que yo vea cosas como estas?, no estoy lo suficientemente cerca como para que me lleven y en cambio, es algo nuevo para ver (*16).
Con ésta idea se dedicó a detallar cada elemento de la visión hasta que, ya para caer la tarde, oyó los gritos de su padre ordenándole regresar a su sitio de pesca. Lo cual hizo sin dejar de voltear a ver el fenómeno que, al pisar la playa, quedaba tapado por las piedras que se encontraban al final de la bahía.
Esa tarde, al terminar su faena, sin baño de mar ni habiendo comido, corrió lo más rápido que pudo a la piedra de costumbre. Su desencanto fue total cuando vio que la visión ya no estaba. Regresó por su cena y luego, con ayuda de una varita, se dedicó a tratar de reproducir lo que había observado sobre la arena de la playa y, mientras dibujaba, varias ideas iban surgiendo en su cabeza (*17).
Sí antes había estado ensimismado, ahora estaba obsesionado (*18). Observaba todo aquello que lo rodeaba con curiosidad y empeño. Recogía algo de aquí, cortaba algo de allá, probaba la fuerza de lianas y bejucos; llevaba ramas y palos al mar para probar si flotaban o se hundían. Tejió ramas de diferentes arbustos y árboles, poco apretados, más apretados o muy apretados, después los jalaba con fuerza como para romperlos. Desechaba algunas cosas y las otras las iba acumulando en una cueva, bajo las piedras de la bahía, fuera de la vista de los demás que, como siempre, vivían criticando su comportamiento y que conforme pasaba el tiempo a él le importaba cada vez menos (*19).
Llegaron los días (de noches sin Moona) en los cuales celebraban las fiestas al Dios Solk. Eran días donde nadie trabajaba porque debían ayunar en honor a Solk. Paikú aprovechó a dar forma a la idea que tanto lo apasionaba. Recogió verduras y legumbres y las colocó en una cesta, llenó un jarrón de barro con agua del rio, guardó pescado ahumado entre hojas de plaktan y se encerró en la cueva a construir con el material que había reunido (*20).
La noche de las ofrendas a Solk, cuando todos los integrantes de la tribu consumían el líquido fermentado de la planta de Alkool, Paikú echó lo construido al mar, subió los alimentos y el agua, a Guau y, empujándose fuera de las rocas con una larga vara, se trepó en su “monstruo” y dejó que las corrientes los fueran llevando hacia mar adentro (*21).
Paikú sonreía al pensar que al día siguiente, cuando notaran su ausencia, los sabios de la tribu dirían que por no haber oído sus consejos, algún monstruo de las profundidades lo había tomado en sus fauces y se lo había llevado al borde de las aguas para que ésta lo tragara, pero, ahora Paikú sabía que, como otros tantos monstruos que habían pasado y seguido, el suyo lo llevaría a otro lugar con otras personas y seguramente, otros alimentos, otras costumbres, otra vida (*22).
Conceptos tomados de tres lecturas del libro del Dr. Fernando Rísquez “De la Piel para adentro” para la Escritura Creativa “Paikú”.
*1.- Reflexión, Curiosidad (II La Técnica).
*2, *3, *4.- Yo y el otro (I Formación del Yo).
*5.- Técnica (II La Técnica).
*6.- Descubrir (II La Técnica).
*7.- Ciencia (I Formación del Yo).
*8.- Técnica, Artesano (II La Técnica).
*9.- Inspiración (Creatividad).
*10.- Miedo, Religión (Creatividad).
*11.- Aludiendo al dicho: “Hay dos maneras de vivir, como le da la gana a uno y como le da la gana a los demás”.
*12, *13, *14.- Reflexión, Vocación, Ensimismamiento (I Formación del Yo, II La Técnica).
*15.- Emoción y Curiosidad que llevan a Contemplar y Descubrir (II La Técnica).
*16.- Reflexión (Creatividad).
*17.- Inventar (II La Técnica).
*18.- Conciencia, Memoria, Fantasías, Sueños (II La Técnica).
*19, *20.- Técnica, Inventar (II La Técnica).
*21.- Libertad, Riesgo, Emoción (II La Técnica).
*22.- Hay dos maneras de vivir, como le da la gana a uno y como le da la gana a los demás.